Cerré los ojos por un instante y dejé que la brisa de la noche me abrazara, tímida al principio, como tus primeras palabras. Pero se fue adhiriendo a mí, besándome los brazos desnudos, acariciándome el rostro, como cuando me dedicas esa mirada… Y pensé en aquella primera vez que me hablaste, quizá tan sólo un saludo amable, lleno de curiosidad, lleno de nada.
Luego sentí la brisa colarse bajo mi ropa, incluso bajo mi piel y tuve miedo ¿También te meterás bajo mi piel? Me pregunté mientras te pensaba. Mas una sonrisa curvó mis labios y recordé el momento en el que me dijiste, el que no arriesga no gana… Halado por el ímpetu de tus palabras abrí los ojos, la ciudad se extendió ante mí, con sus luces cual tu sonrisa, iluminada.
Entonces llegué a imaginar que la misma brisa que ahora me envolvía, las corrientes de aire la guiarían hasta ti y un día no muy lejano también te abrazaría. Volví a sonreír, esta vez por mi delirio ¿Qué tan probable era? Simplemente un suspiro perdido en la inmensidad… Y supe que aun así era posible, pero que sean mis brazos envolviéndote, era incluso más posible todavía.
El viento susurró en mis oídos y me hizo rememorar tu voy acaramelada, esa voz que nunca me cansaría de escuchar aunque un día se tornara enojada. En ese instante todo se sintió tan natural y abrigado con la melodía de tu canción se escuchó un anhelo… Quédate entre estas líneas que son más tuyas que mías, quédate conmigo bajo esta misma luna, bajo este mismo cielo.
+ Ed Huanca T